Queremos que Dios nos guíe, que intervenga, que nos abra puertas, pero ignoramos el lugar más claro donde ya nos ha hablado. ¿Y si lo que estás buscando ya fue dicho y, simplemente, no lo has leído? Esto no se se trata de “portarse bien” o ser más espiritual. Se trata de aprender a escuchar.