Hay un juego que destruye relaciones… y otro que las hace invencibles.
Sin darte cuenta, podrías estar jugando al primero: culpar, adivinar, avergonzar. Si lo juegas, tarde o temprano, tendrás que pagar el precio.
Pero existe otra manera: un juego donde nadie pierde y el amor siempre gana. ¿Quieres saber cómo jugarlo?
Hay una trampa sutil que sabotea tus relaciones, debilita tu liderazgo y te impide avanzar. Es algo que todos hacemos sin darnos cuenta y que está afectándote más de lo que imaginas. Es algo que inicia señalando a otros, mientras que justificas lo que haces. ¿Te suena familiar?
Hablemos sobre culpar.
Miras a tu alrededor y parece que todos están logrando más que tú. Mejor trabajo, mejor casa, mejor vida… o al menos eso parece. Sin darte cuenta, la comparación se convierte en una carga pesada, una que te roba la paz y la gratitud. ¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué es tan difícil salir de este ciclo? ¿Y qué pasaría si descubrieras la clave para liberarte?
Tenemos un talento especial para ver los errores de los demás… ¡pero cuando se trata de los nuestros, parece que necesitamos gafas de aumento! Jesús nos dejó un consejo que puede transformar nuestras relaciones (y evitar muchos problemas). Hablemos al respecto.