Cuando vemos que alguien que nos importa toma malas decisiones, podemos confrontarlo o esperar que alguien más lo haga. Muchas veces optamos por lo segundo, con el pretexto de ser amables, no querer interferir o esperar a que nos pidan nuestra opinión. Pero debemos preguntarnos: ¿realmente estamos siendo amables o estamos dejando que el miedo, la incomodidad o la indiferencia nos mande?