Contrario a la opinión popular, Dios no quiere algo de ti, Él quiere algo para ti. Y el lugar más evidente para ver esto es en nuestras finanzas. Entonces, ¿Por qué insistimos tanto en separar nuestra fe de nuestras finanzas? ¿Qué tipo de barreras necesitamos colocar para protegernos de un desastre financiero?