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Parte 1: La nueva normalidad

¿Qué hacemos cuando nuestras circunstancias son tan difíciles que no hay salida ni cómo avanzar? Tenemos problemas para los que parece que no hay soluciones. Tenemos preguntas sin respuestas. En momentos como estos, estamos tentados a correr o rendirnos. Estamos tentados a ceder a los celos, el resentimiento y la ira. . . especialmente enojo hacia Dios. Y es que, cuando la vida se pone difícil, sentimos como si Dios estuviera ausente, apático o enojado. Pero, ¿y qué si no lo está? ¿Será posible aferrarnos a la alegría, la esperanza y la paciencia mientras tanto?

Parte 2: Un propósito y una promesa

De vez en cuando nos encontramos con gente atrapada en circunstancias de “mientras tanto” que no cambian, que no se pueden alterar y que los llevan a lugar donde están dispuestos a recibir sus circunstancias, sus aflicciones, sus enfermedades, sus pérdidas, y sus discapacidades como si vinieran de la mano de su Padre Celestial. ¿Cómo esa gente mantiene una fe extraordinaria a pesar de sus circunstancias extraordinariamente difíciles? ¿Dónde encuentran esa paz que caracteriza sus vidas?

Parte 3: Sí, tú puedes

¿Qué haces cuando no hay nada que puedas hacer? Relacionalmente, financieramente, profesionalmente, físicamente, o académicamente, simplemente las cosas son como son. No hay nada que puedas hacer para cambiar tu situación. Las circunstancias desafiantes pueden llenarte de celos o resentimiento. Pueden hacer que te enojes con Dios. Puede sembrar en ti descontento. Pero el problema con el descontento es que puede sumergirte en direcciones autodestructivas que eventualmente te dejan con remordimiento. Entonces, ¿cuál es el secreto para encontrar contentamiento cuando los tiempos son difíciles?